el pequeño d’alembert
Es muy niño, pero Leo ya entiende que los sonidos que nombran las cosas que él conoce también pueden “dibujarse”.
Ese salto estratosférico hacia la capacidad de abstracción de los humanos sólo puede producirse a esa edad en la que uno al caer desde muy alto nunca se rompe la crisma.
Sin saberlo, Leo está convencido de lo importante que es e insiste en ello con una fe ciega. Algo en su interior le dice “tiene sentido dibujar palabras, Leo”…. “dibuja palabras, Leo, todas las que conozcas”.
Al hacerlo ha llegado, por ejemplo, a entender la correspondencia que hay entre las tres letras de su nombre y ese niño que, al salir de la ducha, medio ve en el espejo empañado del baño.
Y que las tres letras del nombre de su hermana ADA, identifican precisamente a esa niña que al enfadarse le quita sus juguetes preferidos.
Y que las cuatro letras de su hermano NOEL sólo sirven para referirse al bebé que le ha arrebatado la exclusividad de los pechos de su madre.
A su edad, ese ejercicio de representación y adjudicación gráfica, se reduce a identificar círculos y palos con una realidad que para él sólo puede ser tangible: papá, mamá, Noel, Ada, casa, cole, coche, etc…
Tiene gracia, círculos y palos, ¡algo tan rupestre!, para acometer una proeza “mayúscula”: aprender a escribir.
Pero aún no sabe que, con esos mismos grafismos, será capaz de referirse a las cosas que hoy son invisibles para él. Y que, gracias a ellos, podrá llegar a expresar lo desconocido, y a sumergirse en lo impensable para crear y sorprender con una pasión difícil de compartir con otros seres vivos que no sean los de su misma especie.
Tal vez por que ya intuye todo lo que eso representa se ejercita en hacer combinaciones aleatorias dando origen a una imaginativa sucesión de palabras, vibrantes, llenas de contenido para su pequeña humanidad: “OLEODANALEO”… “ORBEPELOLO” … “ALEODRPOE”… “ADRFORDPOFO”…
Con primoroso afán, quiere dejar constancia de todo, recopilándolo en el interior de su lenguaje “transformer”.
En suma: Leo es un enciclopedista de preescolar capaz de recoger toda la sabiduría de su incipiente universo en dos planas de un cuadernillo escolar.
Este pequeño d´Alembert de ojos azules, este tierno ilustrado empeñado en reunir todo el conocimiento necesario, está calentando motores para iniciar el largo viaje que le espera.
Si no lo escribo en este momento, el mundo se perdería una hermosa palabra para definir la admiración de un abuelo por su pequeño nieto: “MOLALEOLOQUELEO”.