Seleccionar página

vaya valla

¿Un banco gallego puede ser más gallego que banco?

A la vista está que para un banco decir chorradas es capital.

valla publicitaria banca

                                                                    

“Somos olas del mismo mar”.

Qué argucia tan sucia, revelar una identidad supuestamente compartida para hacer al “siervo” más simpática la idea de un “amo”.

¿Olas del mismo mar?… ¿De qué mar habla la banca, si lo suyo es nadar y sumergirse en ocuros océanos?, ¿de qué olas, de las que rompen y empujan para «adentro», de las que arriban impulsadas siempre por vientos desfavorables para los mismos?… 

NO, perdone usted SeñorA BANCA, usted no es ola de ese mar abierto donde se ganan y viven la vida los gallegos, usted es ola de un mar donde nada una abundancia que lucha obscenamente por ser desmedida, donde pescan al arrastre e indiscriminadamente los armadores más codiciosos, donde muchas veces naufragan sueños ambiciosos y no en pocas ocasiones acaban varados los más “pezqueñines”.

“Somos es más fuerte que soy”.

¿Quién tan a nuestro lado nos desvela esta inmensa fortaleza? ¿un director de marketing, los accionistas, sus consejeros, el presidente?…  En cualquier caso, algún infiltrado del movimiento menos obrero, o algún delegado del antisindicalismos más corporativista, sin duda, algún alentador del más impúdico cinismo.

Mienten. Ustedes no “son nosotros”, ustedes no “son yo”.

Qué generosidad la de «el señor», sentándose a la mesa de «el vasallo» para presidirla mientras ordena que éste le llene el plato.

NO, perdone usted SeñorA Banca. Usted no entra en el “somos» que identifica a los mortales como yo. Usted es de otra naturaleza, exclusivamente material, en absoluto espiritual; Usted no tiene cara ni alma pues encarna el anonimato tras el que se esconde El Poder. La fuerza del dinero jamás podrá sumarse a la fuerza de un colectivo que, aunque es un número, desconoce la fortuna de ser cantidad, de tener más valor que ser uno entre tantos. Uno más: yo.

Somos no es ni más ni menos que soy. Y yo sólo soy el pobre desgraciado que paga comisiones por depositar sus míseros ahorros en un banco que pronto sólo funcionará echando sus redes en la gran red.

En resumidas cuentas:

QueridA BANCA… ¡vaya valla!