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el fin y los medios

Cuando esperas a un amigo y hay cerca un quiosco, es inevitable alejarte un poco del punto de encuentro.

Esta mañana el quiosco que hay en la Glorieta de Quevedo me ha provocado y yo, como no me arrugo, para él que me he ido. De entre todos, me he fijado en un periódico. Había una noticia de portada en el sentido más amplio de la palabra portada: se veía el instante en el que un personaje sale de los juzgados. El afilado titular que coronaba la fotografía, guillotinaba al “de momento acusado” con la ignominiosa palabra… “COHECHO”. 

el fin y los medios

El de la foto era un tipo de la llamada clase política –ésa cuyos miembros, precisamente, cada día tienen menos clase-. En sí, y si no fuera por su afiliación, ese hombre habría continuado siendo gris y anodino, perdiéndose la noticia del supuesto hecho entre las tripas del diario.

Pero emplazada su posible falta ahí, en la “fachada” del diario, adquiría, sin duda, la dimensión deseada por la línea editorial del medio. Entonces he hecho un esfuerzo… “ímprobo”: quería saber que pensaría yo del hecho informativo si lograba mi conciencia descontextualizarlo en el espacio y el tiempo.

El resultado:

He descubierto que aquel diario no buscaba la información en sí, sino más bien provocar una pequeña onda expansiva en las tranquilas aguas de la conciencia social: la prensa es capaz de convertir en explosiva carga de profundidad un simple pedo en la bañera (o  viceversa). Y todo, para dejar claro qué entender por “Poder” cuando se habla de “El Cuarto”.

La prensa pujante juega cada día con la agitación interior de miles de personas que esperan a un amigo en alguna esquina. El jugo amargo de esa prensa, química dañina de una tinta que corre sin que exista quién la frene, también desangra por dentro nuestra libertad, nuestra independencia y la objetividad de nuestras conciencias.

El mequetrefe que vaya a perder su mollera política por corrupto me importa un bledo, -aunque en este país, un político tiene de partida muchas vidas-; pero él no me parece peor que los que han decidido convertirlo en carnaza de portada. Él es el corrompido, le ha perdido el dinero. Los otros, los encargados de corrompernos, a ellos les puede el poder de la tinta impresa. En definitiva, tinta, lo mismo que transforma simple papel en tentadores billetes.

Resumiéndolo muchíiiiiisimo: que el fin, justifica a los medios.