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arriba España

Y abajo también… Corren nuevos tiempos.

Así es la vida.

Hay que ver, qué paradójica, reveladora y sutil tirando a ingeniosa puede llegar a ser su realidad según va pasando.

Las dos Españas que ayer nos helaron el corazón siguen estando enfrentadas pero hoy pueden convivir libremente, sin renunciar a lo que son. La España orgullosa de ser lo que ES por lo que FUE, abajo; y una nueva España también orgullosa de SER la que NO FUE porque entonces era imposible, arriba. Qué invertido y qué divertido.

Balcones orgullo Español y gay

Me imagino los incendiarios discursos de sus militantes en ese pequeño columbre de dos alturas:

-Maite, anda, dame un poquito de sal, que no tenemos ni pizca.

-Hola, Marcos, ¿podríais recogerme un paquetito de Amazon mañana por la mañana? 

-Ramón, a ver si nos reunimos para elegir de una vez ese color, hay que pintar la fachada antes de que empiece a llover.

-Tranquilos, subid la compra a casa, que yo me quedo aquí con Carla.

Dos Españas capaces de helar el corazón pueden llegar a olvidarse del frío y del congelador. La realidad tiene el poder de trascender y transformar -y hasta doblegar- a los más suculentos precocinados de la ideología. Las razones y los argumentos siempre tienen algo de artificioso, de especulativo, de prestado; las necesidades básicamente tienen más legitimidad porque suelen ir más desnudas que la madre que las parió…  y va a ser eso: que ellas y ellos se ven y llevan bien.

Cosas de la vida.

Hay que ver, qué guasona, irónica o mordaz puede ser su realidad. Hasta qué punto dos Españas entonces heladoras, hoy pueden pregonar a voz «sin grito» y en la plaza principal de un pequeño pueblo, que el fanatismo pasado fue un error. Lo proclaman sin vehemencias, sin esconderse, y para que quede claro a todo quisqui.

Frente al grito enfervorizado de “Arriba España” proclamando ayer, alentando  una triste victoria en una infame guerra entre hermanos, hoy un glorioso silencio grita: “¡abajo, abajo… abajo España, al bajo de Rúa del Sol número 7!… Si Franco levantara la cabeza obligaría a intervenir a las autoridades de este pueblo, para que su España no dejara de estar arriba, y los subversivos del segundo con todo su colorido, se fueran al diablo, o sea: a los grises calabozos de las fuerzas de aquel orden.

La crispación en la vida puede ser pura fachada.

Hay que ver, qué cuca, qué insolente y qué atrevida llega a ser la realidad. Dos vecinos, dos Españas aparentemente opuestas viviendo en la misma casa. Eso sí: uno arriba y otro abajo.

En el fondo me troncho, en la forma me mondo, en definitiva:

“¡Arriba España!»… Y abajo. Así es la vida.