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para mear y no echar gota

No es la primera vez que siento necesidad de orinar en una cafetería y que pregunto por los servicios.

Dirigirme a ellos siempre me crea cierto… desasosiego. Salvando las distancias, es un pequeño paseo por una especie de corredor de la muerte. Antes de entrar, me hago siempre la misma pregunta: “¿nada más entrar me-haré el hara-kiri?”

(¿Qué pasa con los “tíos”, por qué les sale el cerdo que llevan dentro básicamente en los urinarios públicos?…  ¡Qué tontería!, si no fuera por ellas, en los urinarios de sus propias casas habría un montón “sayōnaras” desangrados).

Hoy, en una taberna cochambrosa, y con el “tanque” lleno, he vuelto a toparme con una de esas genialidades que alumbra la imaginación masculina.

mear y no echar gota

 La necesidad de “hacer aguas menores” –cuándo te orinas de verdad, ni gota de menores – ha vuelto a situarme en el punto de penalti de un urinario de pared.  La misma portería, la misma red al fondo y la misma pelotita colgando de un hilo, esperando a que llegue un hombre dispuesto a demostrarse a sí mismo que donde pone el ojo la mete con el pito.

Se trata de hacer de la necesidad virtud y demostrar que los tíos la metemos hasta meando. ¡Qué chute de autoestima, campeones! … ¡Oeeeeé, oé, oé, oeeeeé…!

Me puedo imaginar a alguno meando y gritando “¡¡Gol, gol… picha, la he reventao, por toa la escuadra!!”

Esa portería ubicada en los urinarios, presupone varias cosas que me tocan las… narices:

Uno: que a todos los hombre nos gusta el fútbol.

Dos: que todos los hombres, al mear -¡qué ironía, cómo los árbitros!-, jugamos con el pito.

Tres: que, con tal de meterla, los hombres, hacemos lo que sea.

Cuatro: que cualquier pretexto sirve para celebrar que ser hombre “es la polla”.

Y cinco: que somos tan simples que nos tienen que ayudar a no mear fuera del tiesto.

Pero los hombres también pensamos, ¿sabes?… y te lo voy a demostrar.

Se “mea ocurrido” que puede haber otras alternativas de “fantasía” varonil que vayan más allá de lo puramente futbolístico, y para rematar los anhelos más íntimos y rebuscados de cualquier macho alfa con IGP. Y que conste, con idea de enriquecer la actual oferta de entretenimiento en los “aseos de caballero». Bueno, y de paso para ayudar a acabar también con la restringidísima visión que el hombre tiene del hombre.

Yo sugiero poner en el interior de los urinarios de pared lo siguiente:

Uno: el “CÓDIGO DE CIRCULACIÓN” (o una multa de tráfico).

Dos: una puerta con un cartel donde ponga “JEFE”.

Tres: una señal de “PROHIBIDO FUMAR”.

Cuatro: el nombre de un  “RESTAURANTE VEGANO”.

Cinco: un chiste de “VAN UN NEGRO, UN CHINO Y UN ESPAÑOL…” (Nada como mearse de risa).

Seis: una tía con los labios pintados de rojo y la boca abierta.

etc., etc., etc…  (Podríamos hacer un concurso y ver quién la tiene más larga, la lista de sugerencias).

Pero bromas aparte, voy a ser positivo.

Se me ocurre que podría invertirse el sentido lúdico del «migitojuego» y convertirlo en un valiosísimo instrumento al servicio de los urólogos de todo el país. Alguien, sin querer, ha creado la “BARETO-FLUJOMETRÍA”.  Una prueba francamente útil para descartar posibles problemas prostáticos. Veamos:

Uno: qué con la micción entra la bola hasta el fondo de la red una, dos, tres, cuatro veces… ¡Tú estás hecho un toro, cipote!

Dos: qué la metes pero no llega a tocar la red… ¡Ten cuidado picha, no bebas mucho alcohol y a vigilar esa próstata!

Tres:  ¡¡qué meando no llegas ni a rozar siquiera la bola!!!… Caballero su próstata está pidiendo a gritos una analítica completa (específica de TSA) y una ecografía de vejiga. Ah, y pida cita ya que en este otro “estadio” de la vida se enfrenta a una más que segura disfunción eréctil.

Esto es para mear y no echar gota.