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amores declarados

Mar 24, 2022

Ayer, callejeando por un pueblo de Cadiz, vi una pared bastante descuidada con el mensaje de la foto. No me pude reprimir hacerla. Ni después, dejar de pensar en el chupasprays que la había escrito.

No es fácil exteriorizar los sentimientos, pero cuando alguien se lanza a manifestar de forma tan desmedida su amor escribiendo “quiero amarte el resto de mi vida”, es porque, o tiene una buena razón -por no decir peor que mala-, o porque está recién enamorado, o porque está fatalmente atrapado.

declaración de amor en pared encalada

Y es que podría entenderse que el amartelado grafitero escriba algo así, si acabase de salir del médico y, éste, le hubiera dado muy pocos meses de vida. De lo contrario, hay que estar rematadamente loco para comprometer de esa manera el “resto de la vida”; hoy es imposible asumir, sin una sombra de duda, un compromiso a tan largo plazo.

De todas formas, esta afirmación tan rotunda en el triste caso del desahuciado, yo la consideraría poco válida. Porque sólo podría significar que, el pobre, está tratando su amor como una especie de tabla de salvación en medio de un gélido océano por el que pronto se irá a pique. 

Cuando esta afirmación tan sublime, “quiero amarte el resto de mi vida”, la hace un recién enamorado, resulta aún menos creíble. Porque el enamoramiento actúa como un alucinógeno en toda regla, como un potente psicotrópico capaz de anular la objetividad hasta en aquellos que podríamos considerar más razonables. 

El enamoramiento es una droga súper potente, sí, pero su efecto se disipa en sangre más bien rápido. Así que, o soplas muy al principio, o en tasa de enamoramiento nunca acabarías por dar positivo. De lo que deduje que el arrebatado grafitero estaba recién colocado. Leí una frase de Oscar Wilde que trataba el tema con mucha guasa: “la diferencia entre una pasión eterna y un capricho pasajero es que el capricho suele durar más”.

Cuando esta tremenda afirmación, “quiero amarte el resto de mi vida”, se hace desde la debilidad, desde la dependencia, o desde algún complejo más o menos freudiano, aún es peor, porque pierde todo su sentido y valor. Prometer amor, si acaso, debiera hacerse desde la más absoluta de las libertades, de lo contrario es sumisión, la misma que mostraría un insecto enredado entre los hilos de telaraña de su depredadora… o depredador. 

Me quedé pensando que el verdadero amor debe ser el que ni se grita ni se confiesa, el que no necesita de tintas ni de voces con enorme cuerpo de letra. Y que tiene que ser ése que, como imperceptible hiedra, crece y se va colando sutilmente por todos los resquicios del alma hasta dejarnos rendidos, rendidos a una evidencia bastante cruel por otra parte: “no quiero vivir sin ti”. 

Hay ejemplos de este amor verdadero. Yo me he tropezado por la calle con alguno de estos amores, porteado por parejas básicamente maduras, que iban de la mano y pendientes el uno del otro, sin grandes aspavientos, hablándose respetuosamente, mirándose con un cariño inexplicable para ser, el suyo, un “viejo amor”.

Hace poco me llamó la atención un hombre, ya mayor, que admiro por su inteligencia, por su perspicacia y su tremenda capacidad de analizar el espíritu humano. Perdió a su mujer y declarada compañera, y decía no pasar un sólo día sin comprender cuánto la amó y aún ama. Ese hombre es Fernando Savater, y su amor y la ausencia de su amada le han llevado a musitar: “el futuro es una cosa que tienen los demás. Yo no”.

El verdadero sentimiento de amor no está hecho para ser escrito en una pared, está hecho para ser grabado a solas en las orillas cálidas del alma, allí donde nunca quedan huellas visibles, allí donde la marea de los días borra todo lo que no sea verdad, ni secreto. 

Escribir en una pared “quiero amarte el resto de mi vida”, sólo añade un grado de locura al loco. Es como confesarse enajenado públicamente, como pretender una comprometida en lugar de una prometida, como empujarse uno a sí mismo desde el trampolín más alto de una piscina aún por llenar.

A aquellos que no lo entiendan así y sean de spray y sentimiento fácil, yo les sugeriría otra forma de manifestar su amor en una pared vieja y descascarillada. Tal vez algo así como…

“Te amo, de momento”,  o… “Te amaré mientras pueda”, o mejor… “Te amo. El resto depende de ti. O de mí. O de quién se cruce en nuestro camino”.

¿Qué te pasa, corazón, ya no contemplas la frescura de la locura, has pasado de la locura a la cordura?

Amor mío, declaradamente, debe ser eso.