Seleccionar página

anticampañas publicitarias

Mar 14, 2022

Las mejores campañas publicitarias no siempre salen de la mollera de creativos ingeniosos bien pagados, si no, más bien, de restregarse uno los ojos ante lo menos evidente.

En realidad, no exageraría mucho si digo que puedes toparte por la calle con todo un “Sol de oro”el “award” más codiciado de la publicidad española, el del Festival de San Sebastián-, de golpe y porrazo ante de tus narices.  

A veces, llego a pensar que hay un pobre diablo, brillante e ingenioso, urdiendo los mimbres de una publicidad sutil y gratuita que el azar pone a huevo. Y que parece, sin grandes pretensiones, buscar impactarnos con alguna anticampaña publicitaria demoledora para las estrategias de marketing más sesudas y consensuadas. Resulta tan evidente, que, la mayoría de las veces, son campañas que pasan desapercibidas. Hasta que, claro, uno recibe tal impacto entre ceja y ceja, que se desploma en medio de la calle abatido por la puntería accidental del message.

mendigo bajo oferta inmobiliaria de banco

¿De qué hablaba ésta que me atrapó ayer mientras no paseaba por Donosti pero sí por Bilbao y en pleno prime-time? 

Sea lo que fuere, resultó ser una acción de product placement completamente disparatada y devastadora.

¿Hablaba de la facilidad para hipotecar una vivienda, o de la de hacerlo con una vida?… ¿De la facilidad de encontrar el hogar de tus sueños, o de la dificultad que tienen algunos para tener un sueño profundo?… ¿De la facilidad de contemplar lo predecible, o de la dificultad de llegar a ver lo inimaginable?… ¿De la facilidad de un negocio bancario más, o, tal vez, de la de toparnos con una ruina humana?

Hasta me hace gracia imaginar a unos modelos esgrimiendo la más impostora de sus sonrisas para comunicar una felicidad de plástico, o la vehemencia de los apretones de manos de unos falsos pero solventes clientes al tratar con los bien trajeados y predispuestos facilitadores de una vida aspiracional, o las persuasivas palabras bonitas de una seductora locución en off, o las melodías pegadizas de esos grandes temas por los que pagan una pasta en derechos, o la voz aterciopelada de un consagrado locutor institucional elegido con suma meticulosidad entre los mejores… Todo se viene al traste -que en el caso de una casa es como decir al “trastero”-, cuando un mendigo decide montar el tenderete de su anticampaña publicitaria bajo el eslogan o la propuesta de un banco tan obsesionado como todos por su buena imagen.

Henry Ford dijo: “a man who stops advertising to save money is like a man who stops a clock to save time”… Pero el “pobre” Henry no tuvo la picardía de contar con la diabólica mente de ese desalmado publicista que disfruta jugando a la contra con la imagen de unos y con la imaginación de otros. 

Y es que, a veces las marcas, Henry, lo que debieran ahorrarse no es el dinero, si no la realidad. Porque ya se sabe, ésta siempre supera a la ficción. La sociedad -la mayoría de ella y en ella- sufre injustamente cuando menos debiera hacerlo. La publicidad no puede permanecer ajena a este hecho. Pese a las grandes inversiones de los bancos en campañas publicitarias, siempre acaba quedando al descubierto su verdadero interés en nuestra felicidad. 

Que expropien sin consideración a paganinis de una crisis económica motivada en gran medida por el malhacer de una banca que ha habido que rescatar con el empeño de todos, es una anticampaña bancaria bárbara; que un viejo tenga que salir en televisión con miles de firmas de ancianos solicitando a los bancos que se les atienda de una forma más humana, es una anticampaña bancaria de premio; que te llegue un mailing por correo cambiándote arbitrariamente, y una vez más, las condiciones de tu cuenta por el mero hecho de haberse fusionado por tercera vez con otro, es una anticampaña bancaria asombrosa; que nieguen la atención a un cliente en horario laboral, rechazando gestionar el pago de una multa o de un IBI que vence, es una anticampaña fuera de serie; que  las comisiones de “mantenimiento” de la cartilla de un estudiante lleguen a superar a la cantidad depositada por el pequeño/minúsculo ahorrador, es una anticampaña bancaria salvaje; que hayamos tenido que luchar contra impúdicas cláusulas para frenar el desmedido ánimo de lucro de los banqueros, es una anticampaña bancaria digna de mención… 

Hoy me he encontrado con uno que ha tenido que pasarse las cláusulas suelo -y hasta las del techo- por un arco, el del triunfo, creando una de las mejores anticampañas publicitarias con la que jamás me había topado.

Este ocurrente creativo debe ser ese pobre diablo al que debiera acabar temiendo la banca.