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el amor de las cosas

Acabo de comprender que las cosas tienen vida porque tienen voluntad, y hasta creo que sentimientos. Llegan a tomar decisiones, incluso al margen de nosotros. Y a veces nos implican en su destino marcando el nuestro. Una cosa, por ejemplo, es capaz de decidir casarse contigo y lo hace sin pedirte la mano, se instala en tu vida y sigue a tu lado hasta que la muerte os separe. 

Ese es el caso de algunas pequeñas cosas que me han seguido y yo diría que perseguido a lo largo de mi vida. Algunas de ellas en su día me parecieron despreciables (aplicado a una cosa habría que decir “desechables”); vaya, recuerdo haber deseado materialmente su “muerte” para sacarlas cuanto antes de mi vida.

Grafiti

Hoy me he dado cuenta de ello al fregar un plato que compré hace años en un chino (un espanto que entró en mi vida por dos motivos: no tenía platos y sólo costaba unos céntimos cada pieza). Se me ha escurrido por culpa del jabón y se ha precipitado desde una altura considerable hacia fregadero. Lo he visto a cámara lenta caer; tanto que me ha dado tiempo a pensar: ¡mira, por fin, llegó el momento!…

El plato sigue intacto, pero una taza preciosa, fetiche de mis desayunos más relajados, ha quedado irreconocible. Ese plato no lo elegí yo, hoy creo que él me eligió a mí. Y que en su día decidió acompañarme en lo bueno y en lo malo, en la salud y la enfermedad. Tanto es así que creo que le estoy cogiendo cariño y acostumbrándome a su horripilante estética. Lo nuestro ha debido entrar en el capítulo de una relación madura. Nos tenemos el uno al otro y sabemos que nunca nos vamos a fallar, que nuestra relación es indisoluble. De momento, me ha durado más que las relaciones por las que más apostaba.

Me pregunto si pasará lo mismo con las mujeres, que no hay que “elegir” la que más nos emociona y cautiva a primera vista y sencillamente caer en la red que teja la que más convencida veas de querer pasar el resto de su vida a tu lado.

Esta cosa llamada AMOR, es un misterio que debiéramos colocar también en las estanterías de los chinos. Tal vez, a la postre, ESE histórico canalla dejase de ser un plato de mal gusto.