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www.hikikomoris.gob.es

Sep 29, 2021

A las 8:00 en punto suelo poner la radio para despertarme con el run run de las noticias.

Y digo “suelo”, porque hace ya tiempo que la puntualidad a esas horas no es algo que deje en manos de una alarma. Pero hoy he comprobado que, aún así, siempre puedes despertarte alarmado.

Entre sueños he podido oír una primicia: no sé qué sucursal del gobierno está preparado un ambicioso paquete de medidas para «combatir LA SOLEDAD».

banco monoplaza

La palabra “combatir” ha quedado suspendida entre las ondas contaminando de olor a pólvora el aire denso encerrado en el trastero de mi inconsciente, donde se cocinan siempre sueños disparatados.

“Combatid… combatid la soledad… avanzad, ¡qué no quede ni uno solo, oídme bien: NI UNO SOLO!”

Un ejército de frikis disparaba con unos extraños joysticks contra todo bicho viviente que estaba sentado solo en alguno de los bancos que adornaban los laterales de una avenida interminable, poblada de árboles, de gente y de niños jugando escandalosamente.

Zafándome con trabajo de este dislate onírico y retorciéndome como un gusano herido por la luz que entraba por la ventana, pude volver a conectar con la realidad y oír alguna de las muy imaginativas propuestas para erradicar la soledad. Todas me parecieron rabiosamente acertadas y originales. Recuerdo que una era crear un «número de teléfono» al que llamar cuando alguien sienta el insoportable peso de la soledad; otra, implementar la «teleasistencia» para que los solos “estén algo más acompañados” cuando sea preciso; y comentaron que había otra más: impulsar el conocimiento de la «informática», supongo que para que los afectados por la soledad puedan participar en alguna foro de candidatos a la momificación o el suicidio.

Creo que fue en febrero del 2021 cuando Japón creo el ministerio con el nombre y el cometido más hermoso y sugerente que jamás haya llegado a mis oídos: EL MINISTERIO DE LA SOLEDAD.

¿No sería divina una rueda de prensa en la que se presente su ministro diciendo…?

-“Buenas tardes me llamo Tetsushi Sakamoto, soy el ministro de la soledad”.

Acto seguido todos los periodistas presentes se pondrían a gimotear y correrían a consolarlo entre sus brazos…  ¿A consolarlo he dicho?… ¡Claro, a “con-solarlo”!… Lo que sólo puede significar a “compartir su soledad”. ¡Qué sencillo, qué bonita forma de combatir la soledad: compartirla y abrazando!…  (¿Cómo nadie habrá caído ello?).

La soledad no es un problema del que se queda solo, la soledad es un drama provocado por el que deja solo a un débil o incapaz en su casa o en una residencia, perdido en su silencio, en el oscuro y despoblado mundo de una maldita habitación.

En el mismo Japón de Tetsushi Sakamoto, en 2021, esa soledad fue más letal que el propio y temido Covid-19, concretamente provocó el doble de muertes. Curiosamente, eso no suscitó ninguna alarma social: 21.081 hikikomoris, murieron en un sólo año. Es decir, miles de personas afectadas por ese síndrome que causa un cruel aislamiento social y una muerte lenta y muchas veces anónima.

Nuestra sociedad, al margen en este caso de sus convenientes particularidades, lleva el mismo camino que la nipona. Ya hay muchos hikikomoris que se apellidan García, Martínez, Miniño o Aguirre.

Depronto he caído en que hace unos días, paseando por un parque, también pensé en el problema de la soledad. Y en la absurda paradoja que representaba la propuesta de «aquel» ingenioso banco monoplaza que se encontraba junto a un banco de los de siempre, de los mismos que aparecían en mi sueño y en los que veía sentados a seres solitarios poco antes de ser acribillados. Recuerdo que hice la foto de aquel banco para singles pensando en el extraño impulso creativo que pudo llevar a alguien a plantear semejante cosa, a proponer que es mejor estar sentado solo que acompañado en un espacio abierto y concurrido de gente… Me pregunto qué demonios está pasando para que de una forma tan sutil nos lleven a evitar relacionarnos e interactuar con los demás, alejándonos de su contacto, y adiestrándonos para vivir en soledad.

Oyendo las propuestas de nuestros salva hikikomoris me queda claro que nadie ve la dimensión del problema, ni es consciente de la brutal manipulación que se hace de las causas de la soledad.

Si el grado de ensimismamiento que producen las nuevas tecnologías y su “totemización” es una de las grandes razones de la incomunicación, es porque, además, nos está obligando a aceptar que única y exclusivamente a través del empleo de sus instrumentos podremos encontrar hoy soluciones a este mal.

Yo denuncio este engaño obsceno que en gran medida es responsable del tremendo daño que sufre la sociedad actual. La solución a la soledad no precisa de redes ni de apps imaginativas, la soledad está pidiendo a gritos lazos, no redes: lazos más efectivos y, sin duda, afectivos. Urge volver al grupo, urge cuidar las familias, urge facilitar al individuo estar cerca de eso tan variopinto que son “los suyos”. Tan cerca que pueda tocarlos de nuevo para que la compañía que sintamos a la hora de quedarnos solos no se llame ni Google, ni Facebook, ni Twitter, ni Whatsapp, ni Teléfono de Atención al Abandonado, ni jodido Ministerio de la Soledad.

Ah, y al que ha inventado ese banco monoplaza que se lo lleven a alta mar y lo abandonen en una isla… iba a decir desierta, pero no, mejor plagada de caníbales.