¡no pises ahí!
En todos los idiomas hay frases difíciles de entender. En todas las culturas algunas son verdaderamente inexplicables.
La primera vez que pisas suelo en sur, debes tener cuidado, no vaya a estar recién fregado.
Aquí, en el pueblo donde vivo, todas las mañanas afirman sus mujeres que el suelo amanece “comío de mierda”. Es una forma de expresar que unas cuantas motas de polvo se han depositado sobre su superficie. “Comío de mierda” indica que algo -lo que sea-, no luce con la nitidez y esplendor deseables.
(Está claro que todas militan en el más impoluto de los extremismos).
Voy a descartar a los que no hablan Español y por razones obvias.
Dependiendo del grado de familiaridad que uno tenga con las gentes de aquí y sus expresiones, uno se moverá entre dos coordenadas de comprensión diametralmente opuestas. Para esto, como para tantas cosas, se ve que no hay término medio.
Qué eres nuevo y oyes por primera vez “comío de mierda”, te ves buscando sin querer una representación -la que más te apetezca- de la “mierda” y la imaginas dando dentelladas a todo lo que te rodea: el portarretratos de abuela Carmela, la mesilla de noche y el millón de cosas que hay sobre ella, la cómoda que incomoda con sus pastilleros, porcelanas e inútiles ceniceros… Y, sobre todo… o mejor dicho, bajo todo, el suelo (muchos pulidos, para más inri). Resumiendo: que la primera vez que oyes esta expresión, se te representará una mierda con una gran boca y unos dientes afilados devorándolo todo. ¡Qué horror!, ¡las motas de polvo, primas hermanas de las pirañas!
Si ya eres perro viejo y has tenido tiempo más que suficiente de calibrar el daño que producen los mordiscos de las pelusas, al oír “comío de mierda”, dejarás de tener monstruosas alucinaciones.
Pero bromas aparte, me pregunto ¿qué demonios habrá llevado a las mujeres a sacralizar en estos términos la limpieza y a entregarse con tanta devoción y sacrificio a conjurar el daño que hace el manso y reposado polvo en sus hogares?…
Desde bien temprano por la mañana, se entregan en cuerpo y alma a erradicarlo, aceptando la condena de una rutina tan alienante como implacable. Todo, hasta lo más bello y deseable, pasa a un segundo plano. El suelo, “comío de mierda”, está por encima de todo.
¿Qué representa para ellas la limpieza?, ¿tendrá algo que ver con la piadosa pureza del alma cristiana?, ¿es una forma de evitar que te señalen “las” participantes más pías de este multitudinario aquelarre matinal?, ¿permite esquivar la crítica, precisamente “despiadada”, a la hija que es cada una de ellas de su “santa madre”?, o lo que no es lo mismo, ¿se trata de eludir el inasumible apartheid que implica el juicio sumarísimo a quien no es “forastero”?
El lenguaje permite participar en las barahúndas que organiza la cultura para ponerse a salvo a sí misma, al menos para intentarlo. Bajo el techo falso de la tradición y las costumbres, se resguardan “los soldados» de una tiranía que vela por el orden establecido, responsables de perpetuar esa enajenación colectiva a través del lenguaje, el salvoconducto más seguro para moverse en el terreno de la felicidad más incierta.
Ten cuidado, ¡ no pises ahí!… Como te descuides y te dejes llevar, te puedes meter en “un buen fregao”.