en corto y con esparto
Ayer estuve en el despacho de una abogada que por su aspecto no parece precisamente chapada a la antigua. Me sorprendió, sin embargo, ver bajo un interminable ventanal pilas de expedientes acumulados por el suelo. Todos bien encarpetados, numerados y atados con el mismísimo sparton que debieron emplear para amarrar a Ulises camino de Ítaca y evitar a las encantadoras sirenitas de la mar. Qué rancio aspecto ofrecía aquel ordenado desorden. Aquello no pegaba mucho allí.
Estamos en el 2021. Todos esos documentos hoy debieran estar a buen recaudo en el inconmensurable almacén de “la nube”, esa especie de gris cumulonímbos que ofrece internet como paradigma de conveniencia, inmediatez y fiabilidad. Debieran. Hoy.
Pero se ve que todavía algunos se resisten, no se fían de los cánticos del progreso y prefieren tinta, papel y sparton. ¿Será que tienen una mentalidad más… espartana?
La verdad, puedo llegar a entenderlos.
Cuántos archivos, documentos, fotos, etc., he perdido por una avería irreversible en el portátil, una pulsación incontrolada y rematadamente equivocada en su teclado o un malicioso troyano que empleando las inocentes “onditas” del wifi se cuela en tu casa y, como hicieron los aqueos en Troya, te convierte precisamente en eso: víctima del peor de los s… aqueos.
La virtud de estar a la vanguardia muchas veces elude mencionar los defectos de entregarse al progreso. El progreso no gusta de ningún freno, ni siquiera de un “chinito” que le incomode a la hora de correr… La velocidad es en sí misma la meta, la virtualidad la única realidad ya deseable, la desnudez casi la única privacidad posible. Las nuevas tecnologías disfrutan haciéndonos creer que controlamos el mundo en la misma medida que nuestra intimidad. Pero es una mentira bien gorda y lo saben, entre otros, los papis de Siri o Alexa.
Por eso, algunos se resisten, porque desconfían de lo que ven PERO NO TOCAN, de lo que guardan pero no atesoran. Pensé que esta forma de ver las cosas tenía más que ver con la edad que con la mentalidad, pero se ve que no. Mi relativamente joven abogada, está a la vista, es de los desconfiados.
Algunos dirán: ¡qué estúpida y suspicaz, con lo bien almacenados que estarían los expedientes de sus clientes en la nube, allí flotando ingrávidamente en los etéreos almacenes del progreso a la espera de un simple click para precipitarse hasta la pantalla de su portátil, tablet o móvil!…
Y yo te digo: ¡di que NO, querida abogada, haces bien en no fiarte a ciegas! A mí también me resulta muy sospechoso tanto canto de sirena: donde esté un libro que se quite un e-book, donde esté un periódico que se quite la prensa digital, donde esté una hermosa carta de restaurante que se quiten los odiosos códigos QR… donde esté un documento bien archivado y a la vista, que se quiten las nubes que pueden acabar en tormentas y tormentos.
A veces me produce risa ver con qué rapidez y falta de voluntad se entregan algunos a los hermosos cantos y encantos de “lo nuevo o lo último”, llegando a rozar en su empeño por disfrutar de sus “prestaciones” el ridículo o el absurdo.
Recuerdo una extraña palabra que leí hace tiempo, MISONEISMO: el que siente aversión a las novedades. Correré el riesgo de parecer, como tú, querida abogada, un misoneista pero… ¡qué se enteren sus invisibles impulsores: El Progreso a veces hay que atarlo en corto y con esparto, sí señora!