indecoroso medallero
“Virtuti et Mérito”…
Lo reconozco: son dos honrosos sambenitos. ¡Qué orgullo que te los cuelguen!
Juntos, son atributos poco corrientes en un profesional. Sin duda, cuando se dan, son dos rasgos dignos de mención y reconocimiento. Por eso, y para los que hacen honor a ellos, se debió crear “La Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III”.
Digo yo.
Esta cruz, debe pesar muchísimo. Por lo que representa. O aunque sólo sea por lo rimbombante y campanudo del nombre. A mí me costaría colgármela y llevarla; y mira que siempre trabajé con entrega y sacrificio. Pero reconozco que la superioridad de algunos/algunas, se merece que los distingamos.
Una “medallita” es un plus que puede hacer cierta justicia – generalmente tarde – a las deficiencias o insuficiencias de otros reconocimientos, muy metálicos por naturaleza, y que recibimos a lo largo de nuestra vida profesional.
En el caso de algunos, una medalla, poco metal es y poca justicia puede hacer. Pertenecen a esa clase de currantes natos que no hacen ruido ni salen en la tele. Vosotros, podéis estar tranquilos, en vuestro caso, la medallita, nunca llegará. Los medallistas son otros, porque las medallas están reservadas para los que “se dejan la piel” trabajando para el desagradecido pueblo.
Las últimas han sido entregadas a…
-Don Pablo Iglesias Turrión, por ser Vicepresidente Segundo y Ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030 del gabinete de Sánchez durante… ¡su convulso año de dirigente estudiantil en el gobierno de España!
-José Luis Ábalos, por haber cargado con la pesada cartera del Ministerio de Transportes y haber soportado la presión mediática por el Delcygate y los 50 millones de euros destinados a rescatar la Aerolínea Plus Ultra.
-Màxim Huerta, extitular de Cultura y Deporte, que ha batido el récord mundial de brevedad en el desempeño de una función pública: ¡¡¡sólo ha sido ministro durante 7 días!!,
-Meritxell Batet, Presidenta del Congreso, incapaz de reprimir los insultos y la dispersión de unos y otros, y, curiosamente, aún en activo… (Esperemos que siga haciéndolo tan bien que no haya que retirarle la insigne insignia).
-Dolores Delgado García, la controvertida Fiscal General del Estado que antes de un nombramiento para el que conviene “no ser ni parecer” militante de nada , fue Ministra de Justicia de un gobierno sobradamente alineado ideológicamente.
Buffff…. y así hasta 23 personas.
Que no digo – cínicamente -, que sean inmerecidos estos reconocimientos, pero… puestos a reconocer, depronto, he pensado que convendría reconocer más cosas.
Y a otra gente.
Mientras no aparezcan en la lista de los meritorios una maestra con 25 niños en su aula -dos de ellos con discapacidades severas-, un sanitario de los que hicieron horas extras durante el primer invierno de COVID, una cajera del Mercadona de las que se levantan a las 06:00 a.m. para dejar la comida hecha antes de ir al curro, un barrendero que deja las aceras como patenas y encima ayuda a los mendigos, una médico con un corazón sin fronteras, uno de los bomberos que, en el octubre negro de Chandebrito, no se pensó dos veces si se jugaba la vida, un policía apedreado de madrugada por los jóvenes sicarios del nacionalismo manipulador, …
Mientras no ocurra nada de esto, habrá que dar la razón al “enmedallado” – ¿o debiera decir “enmerdellado”? -Pablo Iglesias. Sí, tenías razón mientras preservaste tu virginidad, Pablo, “la Casta” existe, es una verdad como un templo. Es un estrato de la nueva sociedad estamental, en la que el clero ha sido sustituido por la clase política, en la que el rey está en la cúspide no de una pirámide, sino de un iceberg a la deriva que nos deja a todos helados, en la que los principios de democracia, justicia e igualdad, que debieran regir nuestra convivencia, son una burda patraña. Algunos se creen con derecho a todo. Incluso a medallita.
Ninguno de los reputados galardonados declinará el prestigioso reconocimiento por sus “eminentes y extraordinarios servicios” a España rechazando La Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III.
Desde luego, querida casta, lo vuestro tiene muuuucho mérito; aparentar gran virtud no haciendo más que vuestro dignificantísimo trabajo. Y encima, en muchos casos, “indecorosamente”.
Os cuelgo dos frasecitas para reflexionar sobre vuestra medalla a la “Virtuti et Mérito”.
Una: “el mérito real, como un río, cuando más profundo es, menos ruido hace».
Dos: “cuesta mucho más eliminar un solo defecto que adquirir cien virtudes”.
No sé a qué olimpiada nos presentamos, pero el medallero de nuestros representantes yo diría que… es indecoroso.