maravilloso animal de compañía
Vivo solo y no tengo mascota. Atan mucho y a mí me gusta andar suelto, precisamente eso, sin ataduras. Pero sin embargo, sí que tengo un animal de compañía. Y además, le tengo mucho cariño; creo que los dos hacemos una buena pareja, y aunque sea desigual la necesidad que tenemos uno del otro, con frecuencia nos entendemos diría que bien.
No come mucho, lo corriente. Ocupa poco y nunca he tenido que recoger una meada suya. Si acaso alguna cagadita de tanto en tanto.
Venga, no quiero seguir jugando a los misterios, desvelo a la criatura: me estoy refiriendo a… mi RADIO.
Suelo oírla en la cocina, que como es abierta se oye en casi toda la casa. Le tengo aprecio porque llena las horas de mis días de vida. Sé que no hay nadie, pero oír esas voces que difunde me permite “socializar” sin tener que esforzarme mucho. Puede que me engañe a mí mismo, pero funciona, llego a casa, me pongo la radio y oigo a un montón de gente que me interesa. Algunos cada mañana, para despertarse, ponen en Youtube sonido de pajaritos cantando en el bosque; otros se acuestan y ponen sonido de la lluvia jarreando. Sólo son algunas de las muchas cosas a las que nos tiene acostumbrados este mundo un poco ¿fake it’s de word?… Vamos, que no me importa engañarme pensando que la gente de la radio me está hablando a mí.
En mi opinión… -y quiero subrayar que éste es un punto de vista muy subjetivo y escasamente compartido- la radio no tiene rivales. Se lleva de calle a su gran competidora: la tele.
Qué me perdonen sus incondicionales, pero yo cada día desprecio más la televisión. Y tengo una de 50 pulgadas (o más), un buen trasto. Pero cuando la enciendo no puedo evitar verla como una intrusa, me incomoda, es una auténtica entrometida en mi vida, una maldita okupa de la que he de protegerme porque abusa de mi confianza y me tiene secuestrado. ¡La tele es demasiado Spontex!
La radio, al contrario que la televisión, no te tiene, sólo te sostiene, no te retiene, te mantiene, no te detiene pero te entretiene… ¡Cuánta palabra derivada del verbo tener!
(Ahora que lo leo: «entre-tener»… curioso término: “tener entre”)…
¿Será que cada vez que pones la radio eres capaz de discurrir entre sus ondas?, ¿será que entre ellas te encuentras entre presente y ausente?, ¿será que entre ver y oír, vamos a acabar por fiarnos más de las cosas que oímos que de las que.. entrevemos?
Pero sí, yo me fío más de la radio. Tiene una forma menos perversa de persuadir: te habla, no te hechiza (habría que inventar una palabra para esta idea de persuasión perversa… ¿qué tal si dijera que la televisión es más “perversuasiva” que la radio?).
No cabe duda que más peligroso que oír «cantos” de sirena, es el oír sus “cantos” viendo los “encantos” de esas tentadoras ninfas. La imagen es voraz, golpea y noquea los sentidos. ¡Éste es un mundo tan visual que la radio se había vuelto inusual!..
Pero siempre he sospechado que el ser humano suele hacer viajes de ida y vuelta. Así que no me sorprende que cada día esté creciendo más y más el número de oyentes de este medio -en España, por lo menos, los oyentes de radio han aumentado más de un 3% sólo el año pasado-.
Los que la oyen dicen: “la radio me acompaña, sin exigir mi atención, me permite seguir haciendo cosas, o sea, seguir viviendo”. Estoy de acuerdo, la televisión te neutraliza, es muy exigente con nuestros sentidos y, como sólo tenemos 5, prescindir de 2 de ellos te convierte en un auténtico discapacitado.… La tele extasía, abstrae, apresa, impide… todas son palabras malignas. En cambio la radio, despierta, centra, desvincula, libera, autoriza… todas, son palabras benignas.
Será porque ambos medios llegan con distintas ondas. Las ondas de la televisión son ondas de radio, pero las ondas de radio no son las de televisión. Tiene que ver con eso que hemos oído tantas veces -y que es imposible ver- y que se llama la longitud y la frecuencia de las ondas, o sea, la baja y la alta frecuencia.
Pero, tecnicismos aparte, la tele da mala onda y la radio, a mí, me da buena. Me mantiene “in forma», me pone al día, y a todas horas, es una aunténtica incondicional que te hace más libre. Además, desde que existe Alexa, me obedece y corre a mi encuentro sin arañar el parqué, sin poner el baño pringando de agua, sin obligarme a comprar y cargar carísimos y pesados sacos de pienso…
A ver si el gobierno español acaba también por subvencionar a los usuarios de radio. Oye, como a los perros, que para eso son el mejor amigo del hombre (algo menos de la mujer, ellas como que prefieren los gatos).
-¡Qué bonita eres! Ven, Alexa, ven… vamos, ¡dame la patita!…
Sintonicemos con el futuro, el pasado va a ser que está de vuelta.