a mí plin
Hay gente que pasa de todo. Y que, por tanto, atendiendo a la más pura de las lógicas, también es capaz de todo.
Jamás se me hubiese ocurrido sacar mi colchón usado a la calle y dejarlo abandonado a la vista de todos. Esperando que “algún interesado» lo recoja.
¿Desprenderme de algo tan personal como “mi colchón” de esa forma… apoyándolo contra un contenedor de basuras?…
Ese colchón donde tuvieron lugar cosas tan impublicables como mis sueños más bellos y horribles, las consultas más reposadas a la almohada de los temas más secretos, mis convalecencias
(fotografía de Smartsetpix)
más largas y mis estados más lamentables, herido de fiebre y mocos, y no quiero ni hablar de lo que es más personal: mis escenas de amor, más o menos románticas, más o menos trabajadas.
No, un colchón no es cualquier cosa; y no por el tamaño –este, joder, era de matrimonio-, si no por la importancia de sus significados más oculto.
Hoy he visto cómo se desprendían sin despedirse de uno. Lo cual resulta, si cabe, más triste y da una impresión de mayor dejadez.
Estaba lleno de algunas inquietantes manchas que dejaron cercos (o cerdos).
Una menstruación descontrolada, un cólico en la fase de sueño más profundo, un café mañanero un domingo de resurrección, la huella inequívoca de una calurosa noche de verano… ¡Ese colchón casi tenía sonido!… (yo creo que roncaba).
Hay gente capaz de todo. “Rubor” no es una palabra que se encuentre en su diccionario básico; tampoco “vergüenza”, ni “ofensa”, ni “estética”… Desde luego, hablan un idioma distinto, bastante descuidado, incomprensible, fruto de algún tipo de limitación que hace más fea la vida y resta interés al deseo de conocer al prójimo.
Cada vez hay más colchones en la calle evidenciando una indigencia que no mendiga, manifestando una pobreza sin ningún tipo de clase, indicando una penuria acomodada en lo más mullido de las conciencias sin conciencia.
El progreso está generando mucha basura y engendrando un tipo de miseria que no conoce descanso.
Habrá que aprender a pasar de todo -y de largo- para no sentir la tremenda falta de escrúpulos que nos rodea, la tremenda dejadez de otro inmenso club de colchoneros que van por la vida dejando sus jergones en mitad de la calle mientras dicen… “¡a mí plin!”.