y tú estás muy bien equivocada
Iba por la calle con prisa y al pasar por un bar he visto y oído a dos mujeres con evidentes signos de acaloramiento argumentar a un hombre que parecía indefenso. La soflama lo tenía acorralado en la mesita de terraza que compartían. Como iba con una camisa impecable y repeinado con mucho esmero, he temido que saliera mal parado de la refriega. Aún me ha dado tiempo de ver que su birra, había dejado de estar fría y que, a la croqueta que vino con ella, debía haberle sucedido todo lo contrario.
El remate ha llegado justo cuando ya estaba a puntito de superar la situación y salir de la indudable escena de un crimen verbal. Entonces ha sido cuando he visto a la más exaltada de ellas con el índice en ristre; acto seguido se ha oído un disparo a bocajarro que ha sonado así:

He seguido andando y repitiendo inconscientemente la frasecita una y otra vez: “Tú estás es muy mal equivocado”, “Tú… estás… ¿muy mal equivocado?”… Algo había en la sentencia que me rayaba de arriba abajo. He seguido andando hasta que no he podido más y me he dicho “por favor, quieres pararte a pensar qué significa este fistro de frase”. Y claro, lo he entendido: Era un claro ejemplo de lo que viene a ser un «dos en uno» y, a la vez, «un doble zasca».
¿“Tú estás muy equivocado” y “tú estás muy mal acostumbrado”? Son cosas distintas. No hay maridaje posible desde un punto de vista semántico; la señora estaba queriendo decir, sin querer, otra cosa muy distinta.
No estoy del todo seguro, pero, desde otro punto de vista, el literario, la frase tiene pinta de ser un nada claro ejemplo de oxímoron; aunque más que una fusión de significados contrarios -que es lo que significa ese palabro-, estamos ante una «negada» que no sabe como salirse con la suya. O sea, algo así como… “yo siempre tengo razón, y si no es así, tranquilo que me las apaño para que sea lo que yo te diga, ¿vale?”.
Decimos que el muy inconsciente del subconsciente a veces nos traiciona, pero no es así, si me paro de nuevo a pensar, lo que hace el muy consciente del subconsciente es ayudarnos a tener razón y a que nos salgamos con la nuestra empleando unas dosis de creatividad entre pasmosa y rocambolesca.
Un lapsus verbal -¡oh, afortunada-mente!-, suele ir de la mano de un colapsus mental.
A la parienta ésta le ha salido el tiro por la culata con esa especie de doble acusación. Yo le he visto el plumero, no se creía en absoluto lo que le estaba recriminando al pincel: “estar muy mal equivocado” traducido al lenguaje del positivismo más escrupuloso es “estar muy bien acertado”. Así que… nada, has hecho divina-mente quedándote calladito, campeón: ni te has despeinado ni te has arrugado en la refriega. Ahora, antes de que se caliente más, tómate ya esa cerve-cita, deja la croqueta que engorda y pasa olímpicamente de ese claro par de… liantas.
Y tú, sí tú, mujer, tú lo que sin duda estás, es pero que muy bien equivocada: así no se trata a nadie en público.
Vaya, me vuelvo a parar a pensar y llego a otra nueva conclusión: ¿para qué demonios tendré yo que meterme en la vida de los demás?
-“Mira, niño, ni lo sé ni falta que me importa”.
(La madre que la… ¡A ver si esto va a ser contagioso!).