la barbacoa del sexto elemento
Tanto la teoría Wu Xing para los chinos, como la de Los Pancha Bhutas del hinduismo, hablan, más o menos, de los mismos 5 elementos: Tierra, Fuego, Agua, Madera y Metal. Los hindúes consideran que Aire y Espacio son dos de los cinco elementos. Todos, principios de esas cosas tan propias de la realidad terrícola que son las responsables de perpetuar la existencia del planeta y, de paso, la de miles de especies que, sometidas a las leyes de la evolución, han venido a poblar, de todos los mundos posibles, el nuestro. Los 5 elementos -sean los 5 que sean, tanto da- interactúan siguiendo las pautas que marcan tres ciclos o movimientos definidos por estas teorías tan orientales como orientativas: el ciclo creador, el ciclo de control (o destructor) y el ciclo reductor. La cosa tiene su lógica aunque, la verdad, hay que hacer cierto esfuerzo para encontrársela.
En el vientre de la tierra se engendra el metal, el metal fundido se condensa formando vapor que al enfriarse se vuelve agua, el agua nutre la madera ensanchando sus troncos, la madera alimenta y propaga el fuego y el fuego reduce a ceniza los materiales que componen el manto terrestre. ¿No es sencillamente genial?
Hasta aquí, la teoría fluye y confluye divinamente. Pero, ¡ay, amigo!, si te fijas, verás cómo irrumpe en escena el sexto elemento -ese en el que inexplicablemente ningún sabio oriental había pensado-, y lo hace para modificando y enredando todo, cargándose la equilibrada estética de este axioma tan bien montado.
Depronto todo se ve en teoría menos claro. La causa: el causante, los bárbaros cambios que introduce un sexto elemento llamado “hombre” (y ahora también “mujer”). Su comportamiento llena de incognitas la ecuación, tirando por tierra una magnífica teoría sin aparentes fisuras. Que… cómo es posible, pues porque…
- el sexto elemento aporta a la tierra el peor de los detritus: basura inorgánica, restos radiactivos, plásticos y pesticidas que dañan el manto terrestre y, por si fuera poco, casi de por vida.
- en cuanto a los minerales -metálicos y no metálicos, frecuentes o infrecuentes-, el sexto elemento los extrae de forma compulsiva y a cualquier precio, sin reparar en el daño que ocasiona a los hábitats y habitantes del planeta, que son muchos e interactúan determinando la cadena trófica y sometiéndose a las peculiaridades de cada entorno.
- Si hablamos del agua -de la más necesaria, la potable-, veremos que el sexto elemento la contamina con vertidos muchas veces compuestos por la química más tóxica, y que la malgasta indiscriminadamente, empleando, por ejemplo, este recurso tan escaso -la potable sólo representa el 2’5 del agua del planeta- en absurdos campos de golf y en regadíos salvajemente extensivos en lugares inadecuados.
- La madera es talada y quemada con absoluta inconsciencia por multitud de perturbados infiltrados entre sus filas; son elementos de mucho cuidado, que actúan con la desmesura de una codicia inmoral, incendian y deforestan contemplando el futuro sin la más mínima consideración.
- En cuanto al espacio, ese infinito chal que nos envuelve y protege de muchas agresiones cósmicas, el sexto elemento, en sólo algo más de medio siglo, ha empezado a minarlo de peligros: basura espacial, contaminación ambiental, agujeros de ozono, lluvia ácida, sobrecalentamiento… ¡Dios, cuantísimo daño!
El sentido común nos debiera decir que va siendo hora de adicionar a la elemental fórmula de los 5 elementos, EL SEXTO. Que como es INTELIGENTE, él mismo se ha hecho cargo del desastre que él mismo representa y ha tenido la maravillosa idea de poner pies en polvorosa de este planeta cada vez más inservible . Y es aquí cuando surge la genialidad de este inquieto, creativo y no tan nuevo elemento: se ha ido a buscar la solución al “más allá”, apostando por una carrera en la que participarán los atletas con los mejores registros bancarios. Sobre el tartán ya están calentando motores los grandes mercachifles del presente, los más afortunados hijos de la globalización. La solución, bien fácil: ¡¡a trasladar el ciclo destructor (o reductor, o el que coño sea) a otro mundo! Apliquemos el principio de todos los principios en la más avanzada de todas las eras: usar y tirar. Y quienes van a ser los responsables de encontar una… “salida”??? Pues… el visionario y electrizante Elon Musk con su SpaceX, el amazónico y globalizador Jef Bezos con su Blue Origin, el disléxico y virginal Richard Branson con su Virgin Galactic, y el enredoso e introvertido Mark Zuckerberg con su Breakthrough Starshot. Todos los que no saben qué hacer con su maldita fortuna intentarán acrecentarla -qué obscenidad- proponiendo a la humanidad viajes siderales y creando alguna suerte de lucrativo “Disney World” en otro planeta.
Esta propuesta de trasladarnos y generar basura en otro mundo me sugiere la descriptiva imagen de un picnic en un frondoso bosque, reuniendo a ruidosos horteras que desembarcarían con sus neveras repletas de latas de cerveza, con un montón de bolsas de onduladas patatas fritas con sabor a paprika y con ristras de chorizos soltando grasa sobre una tremenda y humeante barbacoa, mientras gozosos eclipsan el sonido de las aves y los regatos con su deci-bélica música que, sea cual sea, siempre sonaría Georgie Dann cantando… “La bar-ba -coa, la barbacoa…”
Aquí dicen que “el que la hace la paga”… jajajajaja… por Dios… ¡será por dinero!… Vamos, sexto elemento, que tú puedes, ¡hagamos otra barbacoa! (Sólo te pido una cosa: que no sea ni en la Luna ni en Marte, a ver si puede ser en Miércole).