muro de lamentaciones
Lamentable destino el tuyo encalado paño de lágrimas negras.
Ahí estás, en esa calle que no calla. Bloqueando el paso, confesando en público el dolor de uno que precisamente por ella pasa lo que pasa.
Hay amores asesinos. No sé bien en qué grado, pero asesinan.
A algunos, en su agonía, no les queda otra que confesarse y confesarlo en público. La confesión siempre fue y servirá de alivio. Y máxime cuando, aunque esté por escrito, la confesión sigue siendo secreta.
Reconocer el dolor que produce un amor sin correspondencia, a veces lleva a escribir cosas hermosas que no sirven para más nada que sentir el suelo del desconsuelo, y, quizá, poder seguir pisando medianamente firme, evitando precipitarse en algún vacío.
“Paso por tu casa porque me consuela”
Pienso que es más propio de un hombre que una mujer… En cualquier caso, ¡qué bonito o bonita eres en tu dolor!… ¡Y qué poca cera necesitas para mantener encendido el pábilo de la más remota de tus esperanzas!
Caminar por “su” calle, pasar por “su” casa, ver encendida la luz de “su” cuarto, oír “sus” palabras sonando en la distancia, oler el puchero que “su” madre cocina, verla sin levantar «su» sospecha… Agarrarse únicamente a “su” existencia para abrigar sólo la esperanza de.
El amor es un maravilloso canalla que nos desgasta. Un embustero al que siempre pillamos tarde mintiendo, un poco, un mucho o un todo.
Aunque, tal vez, al tratarse de un pueblo, éste sólo sea un amor cobarde, que no se ha atrevido a otra confesión que expresar sus sospechas de que el suyo es un amor infundado, inalcanzable, y lo da por imposible.
Prefiero quedarme con el otro, el defraudado, el despechado, el asesinado… Necesita resucitar.
“Pasar por tu calle me consuela, y pisar la baldosa que pisas, y beber de la fuente que bebes, y respirar el aire dejas a tu paso”. Es tu única forma de “tenerla”, ¿verdad?, de imaginar que sigue formando parte de ti, ahora que la has perdido. Dios, ¡qué poca cosa cuantísimo puede llegar a ser!
Me gustaría decirte a ti, quien quiera que seas, que aún has de pasar por muchas calles. Que busques ésa en la que a medianoche un muro blanco te sirva de colchón para abrazar y besar el amor que sepa corresponder dejándote sin palabras. Un amor que habrá de llevarte de calle sin más, sin provocar lamentos, sin necesidad de muros.
Una calle, un carboncillo negro y un muro blanco, HOY lamentablemente… “es lo que hay”.
Suerte, poeta del dolor.