psico anal isis
Por el ojo del culo también se ven muchas cosas.
Ayer, un terrorista, me introdujo una cámara por el recto para realizar una colonoscopia. Como fue sin sedación -y no paró de hablar-, fui consciente de cuánto dolor produce echar un vistazo “ahí dentro”.
El extraño adminí-culo (¡qué palabra tan acertada!), fue reptando por las cavidades más secretas de mí ser a golpe de empujones, desvelando a través de un monitor lo que nunca había visto de mí mismo y con tanto detalle: la cara oculta de mis tripas.
Este miembro de la rama del “isis” especializada en el aparato digestivo, no paró de atentar contra mi integridad: con una mano, presionaba sobre mi vientre; con la otra, conducía ese tubo delator, ese sinuoso intruso por mis blandos intestinos. Auténticamente se comportó como un operario de Fenosa introduciendo el cableado que lleva la corriente a las viviendas. Bueno, hubo una diferencia, el color del “mono”.
En un momento de su esforzada incursión soltó:
–Vamos bien, pero ahora esto le va a molestar un poco; procure no moverse, es importante.
Entonces, muy dentro de mí, sentí una punzada aguda. El de la bata blanca siguió presionando mi abdomen, si cabe, con más ahínco.
¿Tuvo en algún momento clara su meta?
De repente, el monitor comenzó a mostrar partes de mí realmente profundas y ocultas…
… vi a mi abuela, agonizando sola en la habitación de un asilo; la sábana con la que un extraño cubrió su lívido rostro, dio paso un hombre de asombroso parecido a mí en el momento que levantaba la mano para castigar a un niño asustado; tras otro pliegue de mi intestino descubrí una mentira dañina clavada en la mirada fulminante de mi padre; un poco más adentro, proyectada sobre la bóveda intestinal vi la imagen de tres seres ingenuos y frágiles esperando un tren que no llegaba; y en uno de los tramos más angostos de aquella oscura caverna, pude leer la palabra “odio”, escrita sobre una sangrante protuberancia que tenía forma de corazón…
Comprendí que la tecnología y mi dolor habían llegado demasiado lejos analizando el espacio que ocupa mi mierda. Era hora de volver atrás, y si no en el tiempo, sí en la vida, para descartar un mal que podría considerarse incurable sólo si hoy fuera mi último día y si la mierda de uno no tuviera otra salida.