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qué monada

En un centro comercial de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que se expuso -a mucho más que la vista- la novedosa colección de muñecos para niñas, niños y niñes que un ingenioso y poco hidalgo fabricante concibió. Hice una foto para inmortalizar aquél, cuanto menos, sorprendente hallazgo. La foto del extraño «depronto» que me entra cada vez que la veo, habla, y mucho, por sí sola.

Llevaba tiempo queriendo desahogarme y expresar mi perplejidad al fabricante de estas joyas de la juguetería nacional, así que…

muñeco primate

“Querido señor fabricante:

¿Realmente cree que a algún niño-niña-niñe-niñu…etc., del mundo puede gustarle su versión micomicona y peluda de sus muñecos?…

¿Qué extraño impulso le llevó a concebir un juguete tan… “iconoclasta”, tan ortodoxo en la forma -¡con sus pendientes de perlas y todo!-, pero tan heterodoxo en el fondo?…

¿Qué tipo de empatía o sentimientos trata de despertar en los niños para que entusiasmados elijan su muñequito peludo: el amor a los primates, un sentimiento de maternidad o paternidad más abierto y progresista que el ya existente, que el día de mañana los niños voten a favor de la supresión de cualquier límite ético para investigación embrionaria, favorecer la tolerancia en una sociedad multicultural o… es tal vez todo lo contrario, pretende despertar el rechazo con su horripilante propuesta simia inseminando en las mentes más puras e inocentes el germen del racismo?…

¿Es acaso ésta una ingeniosa forma de poner en contacto a los menores con los documentales de la BBC en la 2 y despertar su amor por Sir Richard Attenborough, o está alimentando futuras aberraciones encaminadas a la práctica de la zoofilia?…

¿Se trata de una licencia creativa de un empresario emprendedor, o la indecencia imaginativa de un ávido lector de “Mein Kampf”?   

Si su verdadera intención ha sido mostrar una variante de la raza humana que tiene la piel más oscura, el pelo más rizado y contribuir con ello a la convivencia normalizando las diferencias, la verdad, el invento no le ha salido del todo bien.

Además,

¿Por qué no ha fabricado el otro de sus querubines, el de piel rosácea, orejudo, con la cara regordeta, la nariz aplastada y el rabo retorcido, y que al moverse emita unos tiernos gruñidos tipo “oink, oink, oink…”?

Querido y admirado fabricante de sueños infantiles, perdonad mi quijotesco parecer, pero si os propusisteis hacer una auténtica monada, ¡vive Dios que lo habéis conseguido!

Más no os contrariéis por lo que me dicta mi retorcida pero honesta forma de ver y confiad en vuestra intuición, pues… siempre deja la ventura una puerta abierta en las desdichas, para dar algún remedio a ellas.

Atentamente os saluda,

Alonso Quijano».