veo veo
¿Qué ves?
Veo una roca entre contrariada y enojada; severa y callada me mira de reojo frente a un mar cuya furia me perturba.
Veo una señal de tráfico impasible, oxidada y agotada de tanto mirar a todo el que, como yo, pasa a demasiada velocidad por su lado.
Veo una nube sutil y vaporosa poniendo el foco de su mirada azul y fugitiva sobre mí.
Veo los ojos extraterrestres de una mosca alquitranada mirarme muy raro por el mero hecho de cruzarme en su camino.
Veo la mirada tierna y roedora de mi gorra fijádose en mí un instante antes de fundirme con el Sol en el horizonte.
Y veo más, veo la tremenda diferencia que hay entre VER y MIRAR:
Veo que yo veo, y como veo, quiero ver que, aunque no me vean, las cosas me miran.
Es lo que hay, ellas miran sin ánimo de nada porque no tienen alma, mientras que yo sí. Por eso veo, porque el alma se alimenta de voluntad. Por eso cuando veo, fantaseo viendo donde no había nada que ver hasta que decido poner mis ojos para despertar una mirada improvisada, la de unos supuestos ojos sin más sentido que el que uno quiera darles.
Nosotros tenemos la facultad de VER porque somos humanos y ello nos lleva a trascender; pero también tenemos la particularidad de limitarnos a MIRAR y comportamos como cosas, volviéndonos intrascendentes. Hay una voluntad en el ver que nos lleva a descubrir. Y hay una grandeza en el descubrir que nos hace vivir con más intensidad alejándonos de lo inerte, de aquello que no vemos porque simplemente lo miramos.
Ojo que en el fondo de nuestras pupilas podemos NO estar tan lejos de una roca, una nube o una señal de tráfico.